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La OTAN en la cuerda floja: Aranceles de Trump tensan la alianza transatlántica

La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), fundada en 1949, ha sido durante décadas el pilar de la «seguridad» transatlántica, actuando según los intereses estratégicos de Washington.

Sin embargo, las recientes políticas arancelarias y sanciones unilaterales implementadas por el presidente estadounidense Donald Trump están disminuyendo los cimientos de esta alianza, apresurando su posible desintegración, según analistas.

La OTAN nació en el contexto de la Guerra Fría como una alianza militar destinada a contrarrestar la influencia soviética en Europa. A lo largo de su historia, ha llevado a cabo diversas intervenciones militares alineadas con los intereses de Washington.

Entre ellas, se incluyen la intervención en Kosovo en 1999, la invasión de Afganistán en 2001 y la operación en Libia en 2011. Estas acciones han reflejado, en muchas ocasiones, la agenda geopolítica de Estados Unidos, utilizando la estructura de la OTAN para proyectar su poder en distintas regiones del mundo.

La administración Trump ha adoptado una postura enérgica en materia comercial, imponiendo aranceles considerables a países aliados. Recientemente, el presidente estadounidense anunció aranceles del 10% para el Reino Unido y del 20% para Francia, generando inquietud entre los líderes europeos.

El primer ministro británico, Keir Starmer, y el presidente francés, Emmanuel Macron, expresaron que estas medidas podrían tener un impacto negativo en la economía y la seguridad global. Macron enfatizó que «una guerra comercial no beneficia a nadie» y no descartó tomar medidas de represalia.

En España, la crisis arancelaria ha provocado un acercamiento inusual entre el gobierno de Pedro Sánchez y el Partido Popular de Alberto Núñez Feijóo. Ambos coinciden en condenar las medidas estadounidenses y buscan presentar una unidad nacional frente a esta problemática económica.

Impacto en la cohesión de la OTAN

Las políticas de Trump no solo afectan las relaciones bilaterales, sino que también afectan la cohesión interna de la OTAN. La imposición de aranceles y la retórica hacia aliados han generado desconfianza y reducido el alineamiento casi automático que históricamente ha caracterizado a la alianza.

Asimismo, la insistencia de Trump en que los aliados aumenten su gasto en defensa al 3% del PIB para 2030 ha generado tensiones adicionales, especialmente en países como Italia y España, que enfrentan desafíos económicos importantes.

La reelección de Trump en 2024 ha acentuado estas inquietudes. Su enfoque individual y su duda hacia los compromisos multilaterales han llevado a algunos miembros de la OTAN a cuestionar la solidez de Estados Unidos como aliado.

Países como Francia y Polonia están considerando desarrollar capacidades de defensa independientes, incluyendo armamento nuclear, ante la incertidumbre sobre el compromiso estadounidense con la defensa colectiva.

Un fantasma recurrente: las crisis históricas de la OTAN

La OTAN ha enfrentado varias crisis a lo largo de su historia, algunas de las cuales han puesto en riesgo la estabilidad y cohesión de la alianza.

La crisis de los misiles en Cuba (1962) Uno de los momentos más tensos de la Guerra Fría fue la crisis de los misiles en Cuba. En 1962, la Unión Soviética colocó misiles nucleares en Cuba, lo que fue descubierto por los Estados Unidos. 

La OTAN, bajo la dirección de Estados Unidos, se enfrentó a una crisis de confianza dentro de la alianza debido a la proximidad de la URSS a los países miembros de la alianza en Europa. 

La crisis fue resuelta sin un conflicto directo, mediante una serie de negociaciones diplomáticas entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Finalmente, la URSS acordó retirar los misiles de Cuba a cambio de una promesa pública de Estados Unidos de no invadir la isla y de retirar sus misiles nucleares de Turquía. 

Aunque la crisis se resolvió sin guerra, las tensiones dentro de la OTAN y entre sus miembros se mantuvieron, especialmente con los países que sentían que las decisiones sobre la seguridad global eran tomadas unilateralmente por Estados Unidos.

La crisis de Suez (1956) En 1956, la crisis de Suez estalló cuando Egipto nacionalizó el Canal de Suez. Reino Unido y Francia, que tenían intereses económicos y estratégicos en la región, invadieron Egipto, lo que generó un conflicto directo con Estados Unidos, que se opuso a la intervención militar y adoptó una postura de no intervención debido a la presión de la Guerra Fría y su estrategia de evitar un conflicto directo con la Unión Soviética. 

La crisis expuso grandes diferencias dentro de la OTAN, ya que los países europeos (Reino Unido y Francia) actuaron sin la aprobación de Estados Unidos. En aquella ocasión la crisis culminó en un alto el fuego impuesto por las Naciones Unidas y la intervención de Estados Unidos, que forzó a Reino Unido y Francia a retirarse.

 La OTAN sufrió una fractura, y la percepción de que Estados Unidos era el líder indiscutido de la alianza se consolidó aún más. Esto también marcó el comienzo del declive del poder colonial europeo en la región, con Estados Unidos tomando un rol más preponderante en la política global.

La crisis de los años 60 y el «Franco-Germanic Rift» (1966-1967) Durante la presidencia de Charles de Gaulle en Francia, se produjo una serie de tensiones dentro de la OTAN. 

De Gaulle adoptó una política exterior independiente que le llevó a retirar las fuerzas francesas del mando militar integrado de la OTAN en 1966, aunque Francia continuó siendo miembro político de la organización. Además, el general francés criticó abiertamente la dependencia de Europa de Estados Unidos y promovió la idea de una «Europa independiente» en términos de defensa. 

En esa ocasión, aunque Francia se retiró del mando militar de la OTAN, continuó siendo parte de la alianza en términos políticos. En la práctica, la crisis resultó en un distanciamiento dentro de la OTAN, pero no en su disolución. Sin embargo, la retirada francesa del mando militar hizo que la estructura de la alianza fuera más difícil de gestionar. Esta crisis fue un ejemplo temprano de las tensiones entre los intereses nacionales de los miembros y la cooperación transatlántica en temas de seguridad.

La crisis de Yugoslavia (1990s) A finales de la década de 1990, durante la disolución de Yugoslavia, la OTAN enfrentó una importante crisis interna. La intervención de la OTAN en los Balcanes, particularmente en Kosovo, fue unilateral. 

La decisión de intervenir sin el consentimiento explícito de las Naciones Unidas (debido a la oposición de Rusia en el Consejo de Seguridad) provocó tensiones dentro de la alianza, especialmente entre los miembros más moderados y los más firmes. 

La intervención de la OTAN, que incluyó bombardeos en Serbia, culminó con el retiro de las fuerzas serbias de Kosovo en 1999 y el establecimiento de un gobierno provisional bajo la administración de las Naciones Unidas. 

Si bien la intervención fue exitosa en términos de sus objetivos inmediatos, también dejó secuelas, como una mayor desconfianza de Rusia hacia la OTAN, un debilitamiento de las relaciones con algunos miembros de la alianza, y la creación de un precedente de intervenciones militares unilaterales. 

Esta crisis no terminó con la disolución de la OTAN, pero sí marcó una etapa de redefinición de su misión.

La Guerra de Irak (2003) La invasión de Irak por parte de Estados Unidos, sin el apoyo completo de la OTAN, provocó una crisis significativa dentro de la alianza. Los países europeos, como Francia y Alemania, se opusieron firmemente a la invasión, lo que generó una importante división en la OTAN. 

Ese conflicto dejó al descubierto las diferencias entre los miembros de la alianza y puso en duda la efectividad de la OTAN para tomar decisiones unánimes en temas cruciales. Después de la caída de Saddam Hussein, la OTAN asumió una misión de estabilización en Afganistán, pero la Guerra de Irak afectó la imagen de la OTAN como una organización capaz de actuar de manera conjunta en cuestiones de seguridad global. 

La desconfianza dentro de la alianza, especialmente con los miembros que se sintieron excluidos o sobrepasados por las decisiones estadounidenses, perduró.

Una crisis con tintes diferentes 

Debido al contexto político y económico único de la administración Trump, se ha marcado una separación de las prácticas de cooperación multilateral históricas de Estados Unidos; de igual modo, los desafíos globales más amplios, como la competencia con otras potencias y el cambio de paradigmas en la seguridad global, favorecen la posibilidad de una crisis de mayor profundidad en la alianza. 

El futuro de la OTAN es incierto según muchos analistas. Las acciones de la administración Trump han puesto en duda la viabilidad de la alianza a largo plazo. 

Si las tensiones actuales persisten, es posible que veamos una fragmentación de la OTAN, con países europeos buscando establecer mecanismos de defensa autónomos y disminuyendo su lazo con Estados Unidos publicó en un reciente nefrona el Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional español

Esta evolución de los acontecimientos podría dar lugar a una reconfiguración del equilibrio de poder en Europa y a nivel global, con potencias como Rusia y China buscando oportunidades para aumentar su influencia. 

Otro elemento a destacar es el comportamiento individual de Estados Unidos por cuanto a diferencia de otras crisis, donde las tensiones surgieron por diferencias en políticas exteriores o decisiones militares específicas, esta vez, la crisis se caracteriza por la postura enérgica e individual de Estados Unidos en temas económicos y comerciales. 

Las políticas de aranceles y sanciones de Trump afectan directamente las relaciones bilaterales dentro de la OTAN, en niveles sin precedentes a esta escala. 

Los aranceles impuestos a los aliados son una manifestación de un cambio en la política estadounidense, donde parece que los intereses económicos de Estados Unidos tienen mayor peso que los compromisos multilaterales tradicionales. 

Esto ha generado un notable descontento entre los países miembros, que no solo se sienten menos seguros en términos de seguridad, sino también afectados en el ámbito económico. Este escenario pone en riesgo la integración económica y defensa colectiva. 

La OTAN no solo se trata de una alianza militar, sino también de una cooperación económica y política entre países que comparten intereses comunes. 

El giro hacia el proteccionismo de Trump está debilitando los lazos económicos que han sido cruciales para mantener la cohesión de la OTAN. 

Asimismo, su enfoque en la imposición de aranceles a economías aliadas demuestra una falta de correspondencia con el principio de cohesión que ha caracterizado a la organización en el pasado. 

Este tipo de políticas económicas que generan división no solo afectan la relación con los aliados, sino que también debilitan la estructura de cooperación global que ha sido fundamental para la estabilidad de la alianza. 

El desinterés hacia los acuerdos multilaterales Desde la retirada de Estados Unidos del Acuerdo de París sobre cambio climático hasta la salida del acuerdo nuclear con Irán y el abandono de la UNESCO, la política de «America First» de Trump ha promovido una visión de menor compromiso internacional que se refleja también en su trato hacia la OTAN. 

La duda en los acuerdos multilaterales y la idea de que los aliados deben «contribuir más económicamente» para mantener su seguridad colectiva son factores que dificultan la cohesión de la OTAN y muestran una inclinación de EEUU. a retirarse de acuerdos multilaterales. Esta crisis ocurre en un momento de cambio geopolítico global. 

El mundo está pasando de un orden unipolar dominado por Estados Unidos a un orden más multipolar, donde China y Rusia juegan papeles más prominentes.

 La OTAN, fundada en un mundo de bloques definidos durante la Guerra Fría, ahora podría interpretarse como una institución de un periodo anterior que no se ajusta completamente a las dinámicas globales actuales. 

La desconfianza generada y las tensiones internas podrían llevar a su fragmentación, marcando el fin de una etapa en las relaciones transatlánticas y obligando a los países europeos a replantear su estrategia de seguridad en un mundo con una creciente multipolaridad.

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