Los datos científicos muestran que los esfuerzos globales por reducir la emisión de sustancias que destruyen el ozono, como los clorofluorocarbonos (CFC) han sido eficaces.
La información se obtuvo de ese estudio que fue dirigido por el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), y publicado en la revista Nature, que se apoya en una metodología conocida como huella dactilar, desarrollada por el Premio Nobel de Física Klaus Hasselmann, que permite identificar señales específicas de cambio en el clima.
Aplicada en este contexto, esta técnica ha permitido a los investigadores distinguir la influencia directa de la reducción de los CFCs sobre la recuperación del ozono, descartando otros factores como el cambio en los patrones de circulación atmosférica o el aumento de gases de efecto invernadero.
La profesora de Estudios Ambientales y Química en el MIT y una de las autoras del estudio Susan Solomon, destacó que este es el primer estudio que cuantifica con un 95% de confianza la recuperación del agujero de ozono. La investigación se basa en observaciones satelitales realizadas desde 2005 hasta la actualidad, complementadas con simulaciones atmosféricas avanzadas.
El daño a la capa de ozono en la Antártida es causado por el ser humano
La Antártida es especialmente relevante cuando hablamos de la capa de ozono debido al conocido «agujero de la capa de ozono”, que se explica como una disminución significativa del ozono estratosférico sobre la región antártica, detectada por primera vez en 1985.
El agujero es causado, principalmente, por compuestos químicos fabricados por el humano, como los clorofluorocarbonos (CFC), que reaccionan con el ozono bajo las condiciones frías y únicas del invierno antártico.
En respuesta, la comunidad internacional adoptó el Protocolo de Montreal en 1987, un tratado histórico que reguló la eliminación progresiva de estas sustancias.
La recuperación del ozono comenzó a detectarse en 2016, también en un estudio liderado por Solomon. Sin embargo, en ese momento existía incertidumbre sobre si la mejora era atribuible exclusivamente a la reducción de los CFCs o si influían otros factores.
Los datos y metodologías del nuevo estudio permiten a los científicos afirmar que la regulación de los CFCs ha sido clave en la disminución del agujero de ozono.
La capa de ozono es protectora de la vida
Esta recuperación del ozono es significativa porque esta capa actúa como un escudo protector que filtra la radiación ultravioleta del sol.
La Organización de Naciones Unidas asegura que el restablecimiento del escudo protector del planeta ayudará a evitar hasta un 0,5 °C el calentamiento global. De mantenerse las políticas climáticas actuales, se espera que la capa de ozono recupere los valores de 1980 aproximadamente hacia 2066 en la Antártida, en 2045 en el Ártico y alrededor de 2040 en el resto del mundo.

Veamos las consecuencias que el daño a la capa de ozono tiene tanto para los seres vivos como para el medio ambiente:
1. Una mayor exposición a la radiación ultravioleta (UV). Al reducirse el ozono que bloquea los rayos UV, más radiación llega a la superficie terrestre. Esto puede provocar problemas graves de salud, como:
Un aumento en los casos de cáncer de piel y cataratas.
Debilitamiento del sistema inmunológico, lo que aumenta la vulnerabilidad a infecciones.
2. Daño a los ecosistemas marinos: La radiación UV afecta el fitoplancton, base de la cadena alimenticia marina. Su disminución podría alterar todo el equilibrio de los ecosistemas oceánicos.
3. Impacto en las plantas y la agricultura: Un exceso de rayos UV puede inhibir el crecimiento de las plantas, reducir la productividad de los cultivos y dañar sus tejidos, lo que pone en riesgo la seguridad alimentaria.
4. Afectación a materiales y construcciones: La radiación UV también acelera la degradación de materiales como plásticos, caucho y madera, lo que implica un mayor costo en mantenimiento y reposición.
5. Alteraciones en los ciclos ecológicos: Cambios en la radiación UV pueden perturbar procesos ecológicos fundamentales, como la fotosíntesis, con efectos en cascada sobre la biodiversidad y los ciclos naturales.
El equipo de investigación cree que si la tendencia actual se mantiene, para el año 2035 podríamos presenciar años sin agotamiento significativo del ozono en la Antártida y hacia mediados de siglo, el agujero podría cerrarse por completo, marcando un hito en la historia de la protección ambiental global.